He terminado la segunda fase de mi proyecto el día 18 de este mes. En esta fase, como ya os he ido comentando, aplicamos distintas pruebas para conocer el grado de madurez, el nivel de inteligencia, habilidades y potencialidades de nuestros dos alumnos con TEA. Después de pasar horas con el orientador aplicando estos test, no he cambiado de idea... me parecen poco provechosos y os daré mis razones.
1. En primer lugar y como docente que trabaja a diario con estos alumnos, creo que este tipo de pruebas no reflejan la realidad del niño, los resultados a menudo están falseados por distintas variables, como por ejemplo la comunicación y el conocimiento existente entre el orientador y el niño. Esto explica porqué muchas veces una tutora se queda con la boca abierta ante los resultados de una prueba aplicada por el orientador en su despacho a un alumno... Os aseguro que al menos en la etapa de Educación Infantil, donde la emocionalidad y las relaciones afectivas son tan importantes, estas pruebas no son fieles a la realidad.
2. Riesgo de etiquetaje. Los resultados son tan taxativos, tan clasificadores... y todo queda guardadito en el expediente del niño, convirtiéndose a veces, más que en una ayuda, en una lacra que llevará durante toda su andadura académica
3. Impersonalización de los resultados.Dentro de las diferentes pruebas, tenemos aquellas que nos dan un resultado numérico y con ese numero dejamos al niño clasificado por debajo o por encima de la media y tenemos otros que según la puntuación obtenida nos proponen unas pautas de trabajo o al menos unos objetivos a los que dirigirnos. Aparentemente esto es bueno, pasamos una escala de desarrollo, sabemos dónde está situado el niño y cuáles son los objetivos que debería alcanzar... ya... pero, si el aprendizaje individualizado es una máxima postulada en toda nuestra legislación educativa para lograr la calidad de la enseñanza, en el caso de estos pequeños esta individualización es todavía más necesaria y las recetas mágicas todavía menos efectivas.
Sin duda alguna creo que la valided de pruebas como la batería Batelle, el inventario IDEA, el BADYG, distintas escalas de desarrollo, es meramente orientativa y no debe constituír en ningún caso el puntal sobre el que se asegure un plan de intervención con un alumno.
Quizá no sea muy popular esto que digo, pero al menos con Óscar y Diego os aseguro que es así. No digo que debamos quemar todos estos test, ni dejar de aplicarlos, pero creo que (al menos en el centro dónde trabajo y con la gente con la que trabajo) debería dárse menos importancia a sus resultados. Debería relativizarse mucho los resultados de estas pruebas y considerarlas como simples orientaciones más que como "pruebas diagnósticas". Considero fundamental la opinión de familias, amigos, profesores que impartan clase al alumno, cuidadores... mucho más que una puntuación obtenida un día y con "un señor" que muchas veces el niño es la primera vez que ve y por tanto se niega a aceptar en su mundo.
Concluyendo: pruebas si, sentencias no.
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